Las recientes protestas masivas en países como Brasil, Turquía y otros tienen obviamente causas locales, sin embargo lo que me interesa analizar en estas líneas son algunas características comunes. Samuel Huntington, en su seminal libro de los años 60:”El Orden político en las sociedades en cambio”, nos enseñaba que, contrariamente a lo que muchos creen, no son la pobreza y el atraso económico lo que generan la violencia y la inestabilidad política. Si bien es cierto que los países con altos niveles de desarrollo económico tienden a ser más estables y pacíficos, no es verdad que los países más pobres y atrasados sean los más inestables y violentos. Efectivamente, una sociedad extremadamente tradicional y atrasada es ignorante, pobre y estable. Lo que genera inestabilidad política no es la falta de modernidad, sino los esfuerzos para lograrla. La modernidad implica estabilidad y la modernización inestabilidad.
Otro relevante politólogo Karl Deutsch definía el concepto de movilización social como “el proceso en que grandes bloques de los antiguos compromisos sociales, económicos y psicológicos resultan erosionados o quebrados y queda disponible gente para nuevas pautas de socialización y conducta”. En otras palabras, las grandes transformaciones socioeconómicas propias del proceso de modernización producen una ruptura de las relaciones tradicionales a nivel económico, social y psicológico, creando una masa desarraigada, caracterizada por un profundo cambio en sus actividades, valores y expectativas que la hacen “disponible” para activarse en acciones y movimientos socio-políticos. Huntington nos dice:”La movilización social abarca los cambios en las aspiraciones de los individuos, grupos y sociedades; el desarrollo económico implica cambios en sus capacidades. La modernización requiere ambas cosas“. Por tanto, es evidente que existe una estrecha relación entre el grado y el ritmo del proceso de movilización social y la inestabilidad política.
Si la movilización social incrementa las expectativas, el crecimiento económico tiende a aumentar la capacidad de la sociedad para satisfacerlas. En efecto, es precisamente la brecha entre estos dos tipos de cambio que provoca la frustración social. En otras palabras, el crecimiento de las aspiraciones sociales producto de la movilización social es mucho más rápido que el aumento de la capacidad de una sociedad en modernización para satisfacerlas.
Estas masas movilizadas y “frustradas” si no encuentran oportunidad de movilidad económica y social, tienden a plantear sus demandas al sistema político, lo cual significa una expansión de la participación política.
Tanto Brasil como Turquía han tenido un crecimiento económico relevante por varios años, pero más recientemente el ritmo de crecimiento ha disminuido considerablemente. Por tanto vastos sectores de la población que salieron de la pobreza y están afectadas por la movilización social sienten que sus crecientes expectativas no son suficientemente atendidas por un sistema político ineficiente y en buena parte corrupto. Los partidos políticos que deberían ser las estructuras políticas claves para organizar y canalizar la acción de las masas en política están en crisis y por ende muy debilitados, particularmente en Brasil. También otras instituciones políticas, como el Congreso, sufren de un relevante desprestigio.
Recordemos que según Huntington la estabilidad de cualquier sistema político depende de la relación entre el nivel de participación y el de institucionalización políticas. En conclusión creemos que las recientes protestas masivas en varios países pueden en buena parte ser explicadas por las brechas que existen, por un lado entre el crecimiento económico y la movilización social y por el otro, entre participación e institucionalización políticas.
El Universal, 3 de julio de 2013