Colaboración directa de Sergio Araya Alvarado.
Politólogo, Oficial de Proyectos de la oficina de la Fundación Konrad Adenauer para Costa Rica y Panamá
A raiz de la polémica suscitada en torno a la decisión adioptada por el TSE de suprimir los nombres de las personas que cada partido inscribió como candidatos a diputados de las correspondientes papeletas que se utilizarán en los comicios de febrero de 2014, planteo la siguiente reflexión estrictamente personal.
La medida puntual en nada demerita el proceso eleccionario. Entro a explicar mis razones.
Costa Rica mantiene un sistema de elección conocido como lista cerrada y bloqueada. Este sistema, prioriza a la figura del partido político, por encima de los candidatos individuales.
Además por la forma en que se asignan las curules, empleando el mecanismo de representación proporcional, empleando la fórmula del «cociente» y «subcociente o residuo mayor», muchas veces ocurre que si bien un elector genuinamente desea con su voto, respaldar a un candidato o candidata que forma parte de una lista determinada, eventualmente no logra su cometido, porque con el mecanismo electoral empleado, bien podría darse que su voto sirva para que resulten electos los candidatos que están en la respectiva lista por encima del candidato al que desea apoyar y la votación total alcanzada por esa papeleta, finalmente no alcance para que esa persona por la que genuinamente votó, logre la asignación de una curul.
Si a eso agregamos que el tiempo para emitir el voto es relativamente corto (alrededor de 2 minutos desde el momento en que le son entregadas las papeletas al elector) y que además debe ejercer un doble voto (para Presidente y Vicepresidentes de la República y para diputados), ciertamente es poco viable suponer que tendrá el espacio de tiempo adecuado para poder leer la totalidad de los nombres que conforman las distintas listas de candidaturas a diputados presentadas por los partidos políticos oferentes.
En circunscripciones electorales como la provincia de San José que elige 19 diputados, con una papeleta que posea listas de aproximadamente 15 partidos (sumando los nacionales + los provinciales) daría una cifra máxima de 285 nombres que el elector tendría que leer en un máximo de 60 segundos (considerando que en los restantes 60 segundos emitiría el voto). Pretender que se dé una lectura en ese corto tiempo y que sirva para los propósitos que animan la presencia de los nombres en las papeletas, me parece no sustentable.
Finalmente, existen otros momentos y espacios donde se puede hacer esa lectura. Por ejemplo visitando el sitio web del TSE o al menos tratando de informarse en los propios partidos, sobre los nombres y calidades de las personas que aspiran a representarnos en el Congreso. Pero también, existiría la opción, como lo plantea el propio Tribunal, de leer con más calma estos nombres en listados colocados a la entrada de las juntas receptoras de votos.
Por otra parte, en tanto mantengamos la lista bloqueada y cerrada, la relación elector-elegido es prácticamente nula. Y ante ello, sinceramente no creo que haya elementos fácticos y estadísticos demostrables que le permita a un diputado en la actualidad, poder afirmar con certeza a qué electores en concreto, está representando durante su ejercicio diputadil.
En este sistema más bien el proceso de escogencia que cada partido político hace de sus candidatos sí es un espacio de vital importancia. Empero esos procesos internos, usualmente no contemplan la participación ciudadana (más allá de los que conforman los órganos de decisión partidarios) y en ocasiones ni siquieran son monitoreados en forma precisa por los medios de comunicación ni por los electores en general.
Entonces lo que se nos presenta en la elección del primer domingo de febrero es un conjunto de listas que otros han construido y ante las cuales al elector solo le queda la opción real de convalidar con su voto.
Estimo que lo más pertinente sería variar el sistema de elección, procurando algún sistema mixto que por una parte mantenga la posibilidad de los partidos políticos de poseer disciplina partidaria de sus potenciales diputados y además combine con un mecanismo que permita que una parte del total de miembros del Parlamento, sí responda a un mecanismo de elección que permita el vínculo más directo entre elegido y elector. Por ejemplo circuitos electorales binominales o uninominales.
En síntesis: con el actual sistema de elección, no observo que la presencia o no, de los nombres de los candidatos y candidatas altere en forma dramática el desenlace de un proceso de elección.